27.4.07

El gran masturbador

Ése es un cuadro de Salvador Dalí. Se llama como el post ya que la idea que trataré no es más que una simplifiación físicamente realizable de una idea del señor de los bigotes cómicos y tiene que ver con la masturbación.

Si al leer el título y ver el cuadro se siente una imperiosa necesidad por leer este texto ya que podría ser un análisis de esta obra... no, en este post no analizaré ningún cuadro de Dalí; y creo que en ningún otro lo haga porque me parece algo muy complicado que amerita años de estudio. Pero si se escribe el título del lienzo en google, la primera reseña que sale es ésta.

En su libro "El Diario de un Genio", el señor de los bigoticos puntiagudos habla de añadirle a un violín común y corriente una extensión fálica que salga de lo que sería su base si el violín fuese un cello (para los entendidos, la parte baja de donde saldría la pica; el extremo inferior de la caja de resonancia) y vibrase al compás de la música interpretad por el violinista. Obviamente nad de esto tendría sentido si el anexo fálico no estuviese dentro de la vagina de una mujer.

Pues bien. Comencemos por imaginar dos tipos de instrumentos musicales: aquellos que sólo pueden producir una nota a la vez y se llaman monofónicos y aquellos que pueden producir dos o más notas a la vez y se llaman polifónicos.

Las notas musicales son ondas sonoras. Las ondas sonoras; al igual que todas las otras ondas como la electricidad, la luz, las ondas de radio, las ondas microondas, etc.; poseen tres características básicas: la frecuencia, la amplitud y la forma de onda. En el caso del sonido la frecuencia determina el tono (la nota musical, lo agudo y lo grave), la amplitud determina el volumen (cuán duro suena el sonido, ¡duh!) y la forma de la onda determina el timbre del sonido (lo que diferencia un sonido del otro y que no es lo anterior, por ejemplo lo que nos permite distinguir entre un violín y un cello emitiendo la misma nota al mismo volumen).

Imaginemos por un rato que el instrumento en cuestión en un bajo eléctrico y que el ejecutante cuide de pulsar tan sólo una nota a la vez. Las notas, mediante un proceso fácil de producir pero difícil de explicar en su totalidad (un micrófono que no es un micrófono sino un electroimán que al estar junto a una cuerda metálica siente las vibraciones (ondas) de ésta y hace variar la inductancia del circuito y entonces las ondas eléctricas tienen las mismas variaciones en su frecuencia, amplitud y forma que las de la cuerda metálica del instrumento... ¿vieron que es un peo?) son transformadas en ondas eléctricas.

Ahora pensemos en un consolador (un masturbador, un dirdo, un objeto fálico hecho para ser introducigo...) que no sólo consuele sino que también vibre. Un vibrador. El vibrador puede producir vibraciones de distinta frecuencia y distinta intensidad, tono y volumen, frecuencia y amplitud. El timbre dejémoslo de lado por ahora.

Entonces, una vez que tenemos las notas musicales transformadas en ondas eléctricas podemos buscar un mecanismo (de hecho no podemos, eso lo hacen los ingenieros) para que en vez de ser un amplificador de sonido sea un vibrador el que transmita la melodía interpretada por el bajo. Es sencillo en un instrumento monofónico, el vibrador sólo tiene que reproducir una determinada frecuencia y una determinada amplitud en el momento que se necesite.

Con los instrumentos polifónicos las cosas se ponen un poco complicadas. Cuando un instrumento emite dos notas musicales a la vez podemos suponer que sólo varía la frecuencia de las ondas sonoras mientras que la amplitud y el timbre permanecen inalterados (de hecho el timbre, normalmente, varía en cierto grado dependiendo de cada instrumento). Pongámonos científicos y pensemos en función de ondas sonoras. Serían dos ondas idénticas excepto por su frecuencia; todo es igual pero las crestas no sucederían en el mismo momento. Pues bueno, resulta ser que hay una cosa muy complicada (tan complicada que de verdad no tengo idea) que permite hallar una onda de forma más compleja y que al final suena y se comporta como si fuesen las dos ondas al mismo tiempo. Eso nos permite, entre otras cosas, grabar una sinfonía polifónica y poder reproducirla con una sola bocina, con un solo aparato reproducir varias cosas a la vez. Entonces se puede fabricar un vibrador polifónico.

Queda sobreentendido también que no sólo se puede hacer vibrar al consolador con un cordófono. Cualquier instrumento musical, cualquier sonido puede transformarse en ondas eléctricas gracias a los micrófonos.

¿Pero para qué quiero demostrar que es posible masturbar a una mujer con un instrumento musical o con cualquier sonido o ruido? No sé, eso es problema del señor de los bigoticos de antena tipo bigote. Lo menos interesante es que se puede descubrir cómo es una música verdaderamente sensual o una estupidez de ese estilo. Más interesante sería asumirlo como una nueva forma de dar placer, una mezcla extraña entre el arte musical y el sexo. Se crearían de inmediato dos vertientes marcadas: quienes improvisa melodías y va descubriendo cuáles le resultan más placenteras a su pareja y quienes escriben música sexual y luego la interpretan en salas de concierto donde mujeres van orgullosamente a sentir el fervor musical del compositor más renombrado. Otra posibilidad sería que los discos con música sexual que se reproducirían en aparatos especiales serían considerados pornografía, aunque no creo que nadie venga a hablar de pudor después de esos escandalosos recitales que profanan sacros teatros de ópera europeos como el de Amsterdram y que han tenido repercusiones en las aulas magnas de varias universidades latinoamericanas.

Etiquetas: , ,

/