16.4.07

Liposoma no anglicano


Pavel no era checo, pero mantenía cierto aire de lejanía como el que los latinoamericanos que no somos o fuimos comunistas sentimos con aquellos pueblos de una Europa tan lejana y tan exótica para nosotros como quizá seamos nosotros para ellos. Porque claro, si no habla francés, italiano, francés o portugués; sin contar a la mamá patria; no tiene ninguna relación con nosotros y da lo mismo si son checos, eslovacos, kazacos, chinos o marcianos. Habrá que esperar que la globalización nos envuelva con sus temibles tentáculos para ver si aprendemos que las moralejas sobre la diversidad cultural son estúpidas.

Pavel no era checo, ni su papá era checo, pero le pareció tan original llamarlo Pavel en vez de Pablo que en efecto Pavel es Pavel y no es Pablo, aunque sería más fácil y se ahorraría bastantes Pabel, porque es más normal que alguien escriba Pabel a que alguien escriba Pavlo.

El punto es que Pavel tenía un problema de identidad. Se veía a sí mismo como un gordo de dimensiones asquerosas, un ser verdaderamente repugnante cuyo cuerpo provocaba reacciones vomitivas en quienes estaban a su alrededor. Pero la gordura de Pavel no lo era, medía algo así como un metro sesenta y pesaba unos cincuenta y cinco quilos. Es decir, Pavel era bastante flaco; no una personal extremadamente flaca, era una persona que podía evocar todo menos la sensación de bordes redondeados que provoca una persona con sobrepeso.

Todos los días, después del colegio, Pavel se montaba en camioneticas, en el metro o se iba a un centro comercial concurrido y le empezaba a pedir a las personas alrededor suyo que lo ayudasen, que no era su intención molestarlos, pero que estaba en una necesidad que ameritaba medidas extremas y, a pesar de la pena que le provocaba, no veía más salida que pedir ayuda.

La gente entonces lo ignoraba, esperaba que le pidiese el dinero mientras buscaba en la parte de sus monederos que justifica su nombre (y eso que nunca he visto una carta en una cartera, aunque no sería raro no se acostumbra, vaya cosas locas, ¿no lo cree usted, Don Jacinto?) y sacan pedazos de metal que representan ínfimas cantidades de dinero (una cosa casi ridícula con esas monedas de 10 y 20, hasta de 50; aunque las de cien son útiles y no sé sabe por qué se escribe cien en letras (quizá porque la moneda de cien es útil), atributos casi comunes a las de cincuenta, pero las de 10 y 20 por favor que no sirven para nada) o lo miraba nerviosamente porque leyeron en la página de sucesos de El Universal que hace tres semanas un pedigüeño de más bien aceptable presencia y con el porte de aquellos que apenas han entrado en la adolescencia arremetió brutal y salvajemente contra una señora que se había negado a colaborar con él alegando poseer únicamente el importe justo para cancelar la tarifa cobrada por un servicio tan útil como el transporte público.

Pero Pavel (aunque Pável si tú quieres) no necesitaba dinero. No es que le sobrase, pero su familia no pasaba por necesidad y velaba por mantener su bienestar (humildemente pero con honradez, claro está). Pavel estaba convencido de que hacía el esfuerzo porque necesitaba alguien quien lo ayudase a impedir una desgracia mayor. Decía que era un problema para quienes le rodeaban, que ha experimentado todo tipo de rechazos por su condición, que no encuentra la forma de ver a los ojos a sus padres por la desgracia de hijo que ha sido para ellos y aunque se esfuerza no lo logra y se frustra y le dan ganas de llorar a solas en el baño o de gritar hasta que le revienten los oídos o cualquier otra estupidez de ese estilo.

Pablo (en checo) les decía que lo mirasen fijamente y que notasen lo gordo que era. Y lo decía en serio y la gente se sorprendía (menos la señora que leyó El Universal que sigue inmutable porque uno nunca sabe con qué van a salirle a uno esos malandritos que de malandritos no tienen nada sino que son asesinos, sanguinarios y negros). Entonces les clavaba la puñalada final, la guirnalda, la cereza en la copa del helado, la eyaculación en la oreja en la película porno: "... es que estoy muy gordo, mírenme. Estoy gordo y necesito alguien que me ayude a vomitar. No lo puedo hacer sólo, soy un gordo estúpido y me da miedo y asco meter mis dedos en mi garganta hasta hacerme vomitar". Y la gente podía muy bien sorprenderse o escandalizarse, quedarse inmutable por el miedo a que en cualquier momento saque el puñal que clavará lentamente en su ojo o conmoverse ante tanta inocencia y ofrecerle un chocolate que tenía en la cartera (ven: chocolate y no una carta).

Los hay también quienes piensan que todo es mentira, que es un happening y ese niño tiene un talento increíble para las artes raras. Pero esos no abundan y podemos hablar de ellos porque no leen este blog.

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2 Comments:

Blogger Chigüire said...

Es la Palabra de Dios... Te alabamos, Señor.

11:18  
Anonymous Anónimo said...

es war komisch.. ich habe der satz dass du mir gesagt nicht so schlecht gefunden

21:48  

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